Ericeira (Portugal)

Por Gonzalo Volpe Gómez

Ericeira

Me encontraba en Campo Grande, a metros del estadio del Sporting de Lisboa, cuando vi llegar el bus que decía “Ericeira”. Ericeira, un nombre que dos meses atrás jamás había escuchado, un nombre que me imponía mil signos de preguntas.

Subí al colectivo, con mis dos mochilas y la cámara, me acomodé como pude y comenzó el viaje que dura aproximadamente 1 hora y 40 minutos. No dejaba de pensar en todo lo que me había llevado hasta ahí y en todo lo que se me estaba por venir. Después de mis días de turista por España, llegaba el verdadero desafío, el que me llenaba de ilusión al saber que en unas pocas horas iba a conocer a muchísimas personas y compartiría todo un mes de trabajo como voluntario. ¿Quiénes me estaban esperando? ¿Eran copados? ¿Iba a poder hacer el trabajo bien? ¿Y si no encajo? ¿Y si no consigo conectar con las personas? ¿Si la paso mal? Con muchas dudas y ninguna certeza, me bajé en medio de la carretera y comencé a caminar hacia el Wot.

El Wot es una cadena hotelera enorme de Portugal que cuenta con varios alojamientos como en Sintra, Peniche, Lisboa, Porto y otros lugares. Específicamente el de Ericeira se caracteriza por ser un hostel de surf y skate.

Playa Ribeira d'Ilhas, Ericeira, Portugal.

Playa Ribeira d'Ilhas, Ericeira, Portugal.

Mientras escribo esto, siento que lo estoy volviendo a vivir, estoy ahí parado frente a la puerta hecha con bambú, dubitativo, nervioso y hasta un poco asustado. Me demoro un minuto y comienzo a bajar las escaleras que dan al patio principal. El día está totalmente soleado pero fresco, es mayo y parece que el verano va a tardar en llegar.

En la recepción está Ana Beatriz (Brasil), que me presenta a todo el equipo y me muestra el hostel.

Ana Carolina (Brasil), Cata (Chile) y Gabi (Brasil) están sentados en una de las mesas de adentro y los saludos sin todavía saber quiénes son. Se me acerca Lu (Brasil) con Caro (Chile), se presentan y me dicen que había alguien que estaba esperando al voluntario argentino. Me siento rarísimo, mucha información junta. Aparece Ale (Argentina) y me saluda de la manera más argenta posible. Comenzamos a hablar casi instintivamente. Sin darnos cuenta, estuvimos una hora y media charlando de la vida y de las distintas experiencias que nos habían traído a Ericeira.

De repente, Lu, que había dejado de ser voluntaria para transformarse en staff, nos invita a degustar comida brasileña para festejar su último día como voluntaria. No entiendo nada pero lo disimulo, estoy en un pueblito en el medio de Portugal con un montón de desconocidos que me preguntan cosas, que se interesan por lo que les digo y la comida está exquisita. Ok, de esto se trataba voluntariar.

El mediodía se me pasó volando y decidimos bajar a la playa para pasarnos la tarde charlando, escuchando música y jugando a la pelota. En un momento, algunos se empiezan a quedar dormidos en la arena y el silencio hace que me encuentre nuevamente conmigo. ¿Qué es esto? Hacía apenas unas horas, estaba tan nervioso en el colectivo y de repente, me vi formando parte de un grupo hermoso, que aunque no lo sabía ni lo sospechaba, en muy poquitos días serían mi familia.

Los días siguieron de una manera increíble, conocí a Ari (Italia), Alex (Brasil). Nico (Italia), Hanna (Holanda), Irene (Holanda) y muchísimas otras personas. Todo era muy sencillo; trabajaba solamente 4 horas por día haciendo camas, preparando el desayuno o lo mejor, en el bar. Luego tenía todo el día para disfrutar de la playa.

Lo más mágico era compartir absolutamente todo con personas que están en tu misma sintonía. Desayunábamos, almorzábamos, íbamos a la playa, salíamos, trabajamos y nunca faltaba alguien que te invite una birra o un vino para que broten esas charlas eternas.

Mis primeras horas en el Wot.

Mis primeras horas en el Wot.

Foto con Albita, Caro y Ale.

Foto con Albita, Caro y Ale.

Los viajes nos ponen a prueba, nos llevan al extremo, nos permiten levantarnos y elegir quién queremos ser cada día. Las personas de alrededor no nos conocen y no tienen prejuicios, por lo tanto, podemos contarles cosas que jamás habíamos contado a nuestros seres queridos, disfrutarlos sin dar vueltas y sin perder tiempo y todo eso es de lo más emocionante que viví, pero también de lo más triste.

Tristes son las despedidas y en Ericeira las sentí a flor de piel. Hacia 4 días que había llegado y me sorprendió un sentimiento rarísimo. Ese día, Hannah y Cata, dos chicas súper copadas pero con las que había hablado poco, se iban. Tenía un nudo en la garganta, pero no entendía porqué. Con el tiempo, ese sentimiento que no tenía definido tomó forma: era el dolor del viajero que dice “hasta luego” sin saber si existe un luego.

Ese primer sentimiento, se hizo presente y cada vez más profundo; cuando me despedí del Wot en mi último día; cuando brindamos mil veces en Lisboa con Ale y Caro y terminamos ebrios y llorando; cuando con una cajita con una porción de pizza en la mano y un abrazo me despedí de Cata en el metro de Londres; cuando meses después Ger me acompañó a la parada del bondi en Quequén y Simón, un amigo perruno, me miró con la cara más triste que jamás me habían mirado; cuando Emir y Ali se subieron, en distintos días, al 8 y me invadió un vacío demoledor.

Tristes son las despedidas, pero también son enseñanzas. Que duela una despedida valoriza todo lo vivido, y cómo no revalorizar la noche que con Ale, volviendo al Wot, fuimos campeones del mundo; o la que nos quedamos cantando bajo la lluvia; cómo olvidar las charlas con Caro y su musiquita tranqui; el día de la picada viendo el atardecer; o las veces que levantaba la mano desde cualquier lado solo para saludar a Ana Carolina; el boludo, las puteadas y los abrazos de Ana Beatriz; la noche en que Lu me hablo sin ser ella y me dijo tantas verdades; Alba cantándonos la canción que nos escribió mientras la intentaba grabar y me interpelaba tanto que la emoción me brotaba por todo el cuerpo; el día que le recomendé una canción y se puso a llorar; las noches con Ari, Nico, Ale, Gabi y Alex; las noches de bar, de tubo y las tardes de Boardriders; los días de surf; el día que Andrea movió cielo y tierra para que podamos surfear y no lo conseguimos pero nos quedamos tomando vino y viendo el atardecer; la noche que la habitación se convirtió en el penal del marginal y había gente trepando por las camas; el día que reviví surfeando durante cuatro horas en Ribeira d'Ilhas; Mi Alma Caiçara plasmada en mi piel en manos de mi amiga Ana Carolina; Todo.

Con el tiempo entendí que para mí Ericeira fue una segunda adolescencia comprimida. Recuerdo perfecto que en los primeros días me reencontré con miedos que tenía certeza que había superado. Me sentía igual que cuando era adolescente y me generaba mucho enojo estar repitiendo patrones. En los últimos días en Ericeira, la respuesta me llegó de manera contundente, todo esto era para que jamás me vuelva a olvidar el camino que hice para llegar a donde estoy y que puedo cometer errores, pero no repetirlos. Si no, aprender de ellos. Pradójicamente, Ericeira, el lugar donde viví, me emocioné y compartí como cuando era niño, me convertía en mi versión más madura.

Playa Ribeira d'Ilhas, Ericeira, Portugal.

Playa Ribeira d'Ilhas, Ericeira, Portugal.

Ok y esto no termina acá.

Ericeira me tenía una enseñanza más. A una semana de terminar mi viaje, sentí que tenía que volver y despedirme de ese lugar. ¿Era por nostalgia o verdaderamente tenía que despedirme? Lo cierto es que volví, volví buscando eso que había sentido y como me ha pasado en otros aspectos de mi vida, cada vez que vuelvo nada es igual. Llegué y absolutamente todo estaba distinto, Ale estaba en el staff trabajando a full y casi sin tiempo, Caro estaba feliz en su nuevo trabajo haciendo cafés de especialidad, algo que celebré como un triunfo personal porque me acuerdo que ella me había mencionado varias veces que le encantaba el mundo del café.

Todo era distinto, ya no había nada de lo que me había enamorado de Ericeira tal cual era, pero en todo eso, encontré gente nueva y hermosa, conocí a Andrea (España) y a Agus (Chile) y lo más especial: entendí que no podemos retener ningún momento, ni tampoco podemos rebobinar, tampoco alcanza con volver al lugar donde fuimos felices porque lo que nos hace felices no son los lugares, son las personas.

Sobre Ericeira

Ericeira, es una pintoresca ciudad de Portugal, ubicada a solo 50 kilómetros al norte de Lisboa, la cual se ha ganado su merecida fama como un paraíso del surf. Enclavada en la Costa de Estoril, Ericeira ostenta el prestigioso título de Reserva Mundial de Surf de la UNESCO, lo que la convierte en un lugar imprescindible para los amantes de las olas.

El ambiente de surf que impregna Ericeira es contagioso. Sus playas de arena dorada, como Ribeira d'Ilhas y Coxos, ofrecen condiciones perfectas para surfear en cualquier momento del año. Pero Ericeira no es solo un paraíso para surfistas; sus calles adoquinadas, sus casas de colores y su animado ambiente cultural también atraen a quienes buscan una experiencia auténtica en Portugal. Las acogedoras tabernas y restaurantes locales te invitan a probar la deliciosa gastronomía portuguesa, como el pescado fresco y los famosos pasteles de nata.

Para llegar a Ericeira desde Lisboa, necesitás un corto viaje en coche de aproximadamente 45 minutos o también podés ir en diferentes buses desde Campo Grande (Lisboa). El tiempo de demora en los buses varia de entre 1hs a 2:30hs dependiendo que línea hayas tomado.

¿Cómo funcionan los voluntariados?

Es muy sencillo; te descargás una aplicación con miles de ofertas de voluntariados en todo el mundo. Básicamente, ofrecés realizar un determinado trabajo a cambio de hospedaje, alimentación y otros beneficios. Por ejemplo, en Ericeira, tenía hospedaje, desayuno, una clase de surf y tabla cuando quisiera. A cambio, tenía que trabajar 4 horas durante cinco días a la semana, con dos días de descanso. La aplicación tiene un costo de unos 40 dólares (aproximadamente el costo de dos noches de albergue en Europa) y eso te permite postularte. Para aquellos interesados, pueden visitar www.worldpackers.com

Este no fue un texto informativo, este fue un desahogo necesario y un intento de inspiración para que se animen a ser protagonistas.

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